Regalo prohibido (para Juan)

         De los mejores regalos que se ha hecho la humanidad a sí misma, son la imprenta y la libre difusión de las ideas. Y los peores son la censura y el oscurantismo. (Habrá quien piense que es al revés). Recientemente decenas de medios de comunicación dieron cuenta del “retiro cautelar” de cerca de 7000 títulos literarios de las bibliotecas y escuelas públicas de algunos estados de U.S.A., la tierra de la libertad.

         Una especie de “Index Librorum Prohibitorum”, aquella lista de obras inmorales y heréticas que estuvo vigente por 400 años y hasta hace 60 más o menos. ¿Estaremos ante un “renacimiento” de esas prácticas? ¿Será que a esos infantes a los que se pretende proteger, les sirve tal regalo? Niños y niñas serán salvados de material sensible y pornográfico, gracias a padres y maestros que seguramente les habrán dicho que los niños vienen en Cigüeña Air Lines desde París. Tal vez sea mejor que les regalen para estas navidades una caja de fósforos, un encendedor o una piedra de sílex (el esfuerzo es base de toda civilización) para que le prendan fuego a tanto papel maldito. Qué mejor homenaje a los autos de fe, a las piras que fulminaron los códices mayas o los manuscritos de la biblioteca islámica en Granada en el lejano-cercano siglo XVI. Cenizas. Polvo eres…

         El mayor peso de veto ha recaído en el autor Stephen King (¿por prolífico será?, pues tiene más libros que años), que desde su satánica “Carrie” ha aterrorizado al influenciable pueblo estadounidense. Y al ido Gabo, también le tacharon “Cien años de soledad” y “El amor en los tiempos del cólera”, tal vez para borrar la falacia de que en la zona bananera hubo masacres y que el amor entre dos viejitos es pecaminoso. Escarbando por ahí, podemos encontrarnos con que Texas es el líder prohibidor con algo más de 700 libros, un estado en donde uno de cada tres hogares tiene un arma. Un territorio donde hay más o menos unas 600 bibliotecas públicas y unas 600.000 armas. Saquen cuentas. En general, las historias más censuradas son las de temática LGBTQ+, racismo, o con contenido sexual, violento. (“Caperucita roja” se salvó, gracias a la mutilación hecha por el señor Disney, que le quitó el final al estilo Tarantino).

         Un filósofo –censurado– decía que no se puede evitar que a lo largo de las épocas las ideas cambien, se amplíen y hasta se purifiquen. La naturaleza humana es ir hacia adelante como el elefante, (no el elefante republicano) y tomar el camino contrario parece ser tendencia en estos calendarios que están dando la vuelta a la arepa. Los gobernantes pasan, los libros quedan. En otros países es una constante. China, Bielorrusia, Rusia o Irán, lo hacen, nada raro. Cada totalitarismo con su Index. Quitar es regalar. Libros como “1984”, “Lolita”, “Los versos satánicos”, “El origen de las especies”, que según el viento sople, también han sido prohibidos. Durante el franquismo, autores como Cela o Miguel Hernández no se salvaron de la mutilación. Ni qué hablar del nazismo que censuró hasta a “Oliver Twist”. (El gobierno de Baviera, una vez terminada la II Guerra, prohibió “Mi lucha”. Pobre Adolfito).

         En fin, no hay país ni época que no hayan usado la tijera o la candela frente a los libros. La contra es regalar a ¡Voltaire, Freud, Einstein, Cortázar, Vargas Vila, Miller, Nietzsche, Boccaccio, Sade! “Persígnate, brother”, dijo Rubén. Rubén Blades, porque Darío escribió: “Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso. La vida es pura y bella…Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo…Yo soy Baltasar. Traigo el oro…”.