Un relato

(Publicado el 7 de junio de 2019

PROTESTAS

        –Hijos de puta revoltosos ¿no tienen más que hacer que joder y cagarse en el mobiliario urbano y la propiedad privada y alterar la tranquilidad de los ciudadanos de bien? Aquí estamos los representantes del orden, tarea que nos encomienda la Constitución y nuestro juramento. Tomen, gases, tomen malparidos, bolas de goma, ojalá fueran de plomo, desgraciados, arrastren a esa, que es la que más insulta, boquisucia; de las mechas, no importa, para que se den cuenta que aquí nada de miramientos. ¿Cócteles Molotov? ¿Para qué creen que estamos entrenados, para el parchís? ¿Piedra? Miren, trajes antimisiles callejeros. ¡Ja! Cabroncitos de barrio bajo que ya ni leen El Capital, saltamuros, robahuevos, subversivos, tomen, chorro de agua para que se bañen las melenas y esos trapos ¡Tome! imberbe, váyase a casa de su mamita a que le dé papilla, antes de que yo le dé por el culo.

        –¿Que por qué otra vez la comida fría? Pues por lo de siempre, por la demora; cuando no es el fútbol con los colegas, es la excusa de las protestas, o quién sabe qué inventos. Me va a tocar hablar con su sargento a ver por qué llega tan tarde y tan sudado; o es que cree que yo estoy sólo para cocinar y atender sus antojos, váyase al carajo, no me lo aguanto más, caliéntese usted la comida o es que es manco; para dar bolillo, porra y bala si tiene alientos. Y quítese ese uniforme inmundo y ni piense que se lo voy a lavar, inútil; y a ver si deja ver algo del sueldo, porque ni eso, qué se ha creído ¿El héroe de la patria? Y a mí ni se me acerque y si no le gusta la comida, váyase a casa de su mamita a que le dé papilla, antes de que yo…

 

Tomado de Cortoletrajes II, libro de relatos en obras.

Háblame de génera

(Publicado el 31 de mayo de 2019

El lenguaje y la naturaleza son machistas. Aclaro. El lenguaje español o castellano y otros romances, y la naturaleza en el reino animal son machistas. ¿Por qué el pavo se pavonea con sus plumas tornasoladas mientras que la pava, parda, cenicienta, mimética, no? ¿Por qué el ciervo exhibe su cornamenta arbórea y la cierva tan sólo unos muñones tristes? Hay respuestas ¿Por qué cuando la maestra agobiada grita “¡cállense niños!” las niñas tienen que callarse también? ¿Por qué el/la periodista que redacta “los presuntos asesinos” no agrega “o presuntas asesinas”? Hay preguntas.

         En los últimos tiempos y en el reciente Congreso Internacional de la Lengua Española se ha removido la olla de la gramática que tanto descalabramos millones a lado y lado del Atlántico. Todes, bueno, algunes, mejor, muches de las personas que luchan por el lenguaje inclusivo, insisten en despojar el paternalismo lingüístico de este idioma que no es otra cosa que un latín vulgar. Eso está bien, y como el uso de la señora @ y la niña “equis” sólo valen para escribir, es legítimo nombrar a la señorita “e” como árbitro en el asunto tanto para escribir como para hablar; ahora, si quienes adoptan esta práctica pueden hacer lo segundo con naturalidad y va en favor del entendimiento, pues adelante.

         Las lenguas crecen en la calle y en nuestro caso la RAE filtra, acomoda, olvida, aprueba o condena. Pero ni la calle puede imponer, ni la señora Academia puede sacar la libreta de las multas. Ella, muy considerada, pone en sus entradas –por ejemplo– m. y  f. o com para designar un sustantivo como masculino y femenino o común. Pero ¿por qué la “eme” primero que la “efe”? diría alguien. Y si en el parvulario aún no se han callado, ¿la profesora debería gritar “cállense niñas y niños” o “cállense niños y niñas” o tan sólo suplicar “¡cállense niñes!?”. Bueno y si las cosas tienen que cambiar, que cambien urbi et orbi podría decir una asociación de futbolistos y parte del gremio de los dentistos, que se sienten –la mayoría– muy varones. O que el gerente de una empresa –muy inclusivo– nombre nueva subgerenta con sueldo menor que el subgerente despedido. Hay respuestas. Y más preguntas. Unas absurdas, otras simplistas como estos párrafos.

         En esas estamos señores sustantivos, señoras adjetivas, señoritas ambiguas, señoritos epicenos; mientras tanto los adverbios, que aunque con máscara masculina son seres asexuados –cosas de Mamá Natura– nos miran desde la placidez del diccionario, tranquilites.

Carta para leer

(Publicado el 24 de mayo de 2019

A propósito de la publicación en Colombia de la novela “Aquí sólo regalan perejil”, la editorial solicitó que escribiera una carta a los libreros, a manera de incentivo para recomendarla a sus lectores. Y como no soy muy de cartas formales salió lo que sigue, que no es más que otro pretexto para promocionar el libro, una y otra vez, como el cansón de la clase, con la terquedad y el pico duro de los pájaros carpinteros.

 

Saludo. 

         Al protagonista de “Aquí sólo regalan perejil” le gustan los libros. Abilio los engulle. Empezó leyendo folletines de vaqueros y algunas revistas indebidas. Le gustan, para leer y para conquistar; leer, y tal vez amar, es lo poco lícito que él puede ofrecer al universo. Es verdad, es un lector anárquico; nadie lo orientó, nadie le dijo: “vea, empiece por estos”; no sabe de autores, ignora movimientos, pero a él eso poco le interesa, porque nadie le dijo que eso debería interesar.

         Al libro y al gusto por leer se llega por distintas vías. De pequeño, su madre le leyó; en el colegio, más que acercarlo, lo obligaron. Y aunque leía todo lo leíble, desde un anuncio hasta la enciclopedia entera de su casa, Abilio llegó a ellos, a los “libros debidos” por la menos pensada; se zampó docenas mientras se refugiaba en un prostíbulo y gracias a la iliquidez de un cliente que pagaba sus polvitos lánguidos con la biblioteca de su padre, aduciendo que eran ediciones espléndidas. Y Miladys, la chica que los recibía más por conmiseración que por negocio los fue apilando en su cubículo y un día decidió dárselos al huésped para que le leyera y le recodara cómo era leer.

         Me gustaría pensar que tantos jóvenes que aún crecen sin brújula, puedan tener la suerte de encontrar alguien que les diga: léase esta vaina, por esto, por esto y por esto. A veces son los mayores, a veces los maestros, a veces son los amigos, a veces son los libreros. Me gustaría pensar que esos jóvenes, ante todo, puedan tener a mano una librería. Y que esos templos no están a punto de ser declarados especie protegida en vía de extinción.

Recetas para estar vivo

(Publicado el 17 de mayo de 2019

El que no está en las pantallas no existe, se ha dicho acerca del rectángulo que se sienta frente a los sofás. O ahora podría decirse de los paralelogramos portátiles más democráticos. ¿Y el que está en el papel existe? ¿Y el que lee en papel está vivo? Pues también. Pero nos la pasamos más frente a la pantalla. Son los tiempos, my friend. Somos los más activos en la red del cuerno telefónico blanco con fondo verde, somos los más felices en la red de la efe blanca sobre fondo azul, los más glamorosos en la red de la cámara con fondo incierto, los más lúcidos en la del pajarito azul. Y así, enredados en las redes, pulgar a pulgar, minuto a minuto vivimos en el trasmallo de la virtualera real.

          El “To be or not to be” por el “Click or not to click”. Qué otra salida tenemos DonCheckspier. Aparecer o no aparecer, esa es la pregunta. Existir, respondería el vivo.

          Pues eso y amparado en eso inauguro WEB para mostrar mi trabajo y para buscar trabajo. Para mostrarme escondiendo lo escondible. Y los cito cada viernes a una especie de vis à vis en este BLOG, donde se desempolvarán textos y se crearán nuevos con la sola intención del solaz; saldrán párrafos desprovistos del veneno y de la inquina, aunque la ponzoña y la toxina teñirán la palabra en otros tonos.

          No me queda claro del todo. ¿Mostrarnos para existir? ¿Vivir mostrándonos? ¿Escribir para que nos lean? ¿Leer para que nos escriban más? Las dos, las cuatro, pero ante todo leer; y si es en papel mejor, a la antigua, que tampoco ha pasado tanto tiempo ¿cierto HerrGutenberto? Leamos, sentados, sobre esa cosa rectangular blanca, así vivamos empantallados; leamos, así sea la etiqueta del refresco que nos hará daño mientras nos quita la sed, el lomo del tomo tercero de una enciclopedia que bosteza huérfano en una venta de segunda. O de pronto, cuando no haya nada más que hacer, leer la novela de un advenedizo.